Jordi Savall o la máquina del tiempo

Al mismo tiempo que media España seguía anoche el derby copero de fútbol, yo le hacía una visita a uno de los hombres que más me han hecho amar la Música, así, en mayúsculas. Jordi Savall nos visitaba en el Auditori de Barcelona acompañado por sus tres hijos, alguno ya cuarentón, a saber: Hesperion XXI, la Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations. Las restricciones presupuestarias no permiten verlos actuar juntos muchas veces, pero ayer era necesario pues Savall nos trajo algunas piezas barrocas de la corte de los Hasburgo, en especial la Misa Salisburgensis, una de las creaciones sacras del Salzburgo del siglo XVII, considerada la obra más compleja de la música religiosa barroca, más aún si se interpreta a 53 voces, que es como lo hizo ayer el grupo dirigido por Savall.

                             


No tengo duda de que si las misas católicas se oficiasen con el lenguaje universal de la música sacra a manos de este grupo de virtuosos, las iglesias y templos rebosarían de fieles. Relajado, contemplando al grupo entre las paredes forradas de madera de arce que recubre por completo la sala Pau Casals del Auditori, dando esa acústica de excelencia, me dejé llevar. Atrás dejas los sinsabores, las penas, a veces hasta los recuerdos. Todo fluye sin rumbo, en un estado de relajación convertido por momentos en meditación que colleva inexorablemente a una paz interior. En ocasiones me trasladaba mentalmente a la catedral de Salzburgo, el lugar en el que se estrenó esta pieza religiosa para goce de la corte imperial católica de los Hasburgo. Intentaba visualizar la espectacularidad que debió ofrecer en su momento esta Misa, interpretada con precisión desde diferentes niveles de la soberbia catedral austríaca.

En el concierto de anoche las voces corales, con los contratenores Pascal Berlin y David Sagastume más el tenor Nicholas Mulrey, como figuras destacadas, fluían soberbiamente envueltas entre el despliegue de las violas de gamba, los cornettos, los trombones, las flautas dulces. Entre el concertino, los violines, los bajos, los oboes, las trompetas, los violoncelos, los violines y violas, con los órganos,los timbales y el clavicémbalo. Y Savall con precisión de maestro relojero, dirigiendo, transmitiendo esa paz y serenidad inherente en su adn de músico y de sabio. Iban a ser 75 minutos pero con el bis final pasamos de hora y media. Una obra escrita por Heinrich Ignaz Franz Von Biber, con la particularidad que durante muchos años se creyó que la Misa Salisburgensis era anónima.

Los 15 minutos de aplausos de las 2 mil personas que anoche nos conjuramos ante la maestría del mejor conjunto mundial de música antigua, dan fe de la satisfacción recibida.

Momentos antes del concierto Savall concedió una entrevista a la emisora de música clásica, Catalunya Mùsica, en la que reiteró sus razones, hace unos meses, para no recoger el Premio Nacional de la Música que le había concedido el Ministerio de Cultura. De nuevo esgrimió que el motivo fue su protesta ante las políticas contrarias al fomento de la Cultura - y de la Música en particular- emprendidas por el equipo del ministro Wert, el peor ministro de Cultura en décadas. Y sentenció que el principal problema que se encuentra un proyecto de música antigua como el suyo ante las instituciones, no es otro que la misma ignorancia.

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