Quiero sentarme en la silla de Fernando Fernán Gómez

Un constipado traicionero me postró este viernes noche en el sofá de mi casa justo cuando me esperaba el calor de un grupo de amistades en un restaurante de Gràcia. Estaba hecho polvo, opté por un doliprane (parecetamol francés de efectos brutales, palabrita del niño Jesús) maridado con una infusión caliente, pócima que se convirtió en mi medicación de urgencia.

Sin embargo algo fallaba. Notaba que los efectos beneficiosos del mejunje no me ayudaban  a mejorar en mi decaído estado, así que estirado en el sofá busqué, sin mucho convencimiento, en los canales de la tedeté algún efecto placebo. Por cierto, no hay nada más angustiante que tener un mando a distancia con las pilas bajas de carga. Presionas y presionas las teclas hasta casi hundirlas y aquello que no se mueve, entrando en estado de frustración y cabreo. Pero bueno, volviendo a mi búsqueda, al final encontré mi efecto placebo, vaya que si lo encontré.

En la 2 se emitía la película-conversación con Fernando Fernán Gómez que David Trueba y Luis Alegre le hicieron en el año 2006, peli y documental híbrido en el que el mejor actor español de todos los tiempos disertaba sobre su vida, sobre la Guerra Civil, sobre su juventud en aquellas noches en un Madrid en blanco y negro; hablaba del amor, de las mujeres, de política, de aquellos 40 años de oscuro franquismo que él vivió en primera persona.

Primer plano fijo del actor durante 85 minutos. ¡Dile a alguien con mente perezosa de ir a ver una peli de casi hora y media con un único primer plano de un señor mayor y algo desarreglado! Seguro que te envía ¡a la mierda! parafraseando aquella maldita salida de tono en la que, para muchos de luces cortas, se sintetizó la bigrafía del actor.
Ochentaycinco minutos en el que solo algunas risas de fondo de Trueba y Alegre, ante algunas ocurrencias del maestro, aderezaban la secuencia infinita.

La voz inconfundible de Fernando, profunda, aclarada con algunos buchitos de whisky, serena y pausada, su mirada clara con ese aire algo risueño que nunca perdió, pero sobre todo sus lecciones de vida y de la Vida, me tuvo enganchado durante 85 minutos. Literalmente.

Tras ver el documental milagrosamente mi resfriado había disminuido sustancialmente. Incluso me planteé salir a buscar a ese grupo de amigos que deberían estar ya en los postres. Pero fui prudente, o cagón. Estoy seguro que si Fernando hubiese estado en mi lugar la noche de viernes, habría cambiado el parecetamol por un chupito de añejo brebaje y el sofá por algun garito animado de carcajadas y señoritas guapas.

Un año después de la grabación, Fernando Fernán Gómez falleció, tenía  86 años. Recuerdo en la capilla ardiente su féretro cubierto con la bandera rojinegra anarquista y a Zapatero dando la triste noticia. Una década después pude escucharlo en el salón de mi casa estando seguro que muchas de las afirmaciones que nos dio en el masterclass de la vida en la que se convirtió el documental, seguriré escuchándolas en mi memoria el resto de mi vida.



Enlace "La silla de Fernando" pelicula completa

Fotograma de "La silla de Fernando"





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