Estos señores tienen más tarjeta que espalda

El choriceo de las tarjetas black de Caja Madrid, aflorado a la opinión pública la semana pasada, es otro ejemplo más -y van troposcientosmil- del proceder habido en este nuestro país en los últimos años. En este caso son 15,5 millones de euros gastados por los consejeros de la desaparecida Caja, entre 2003 y 2012, cargando gastos privados en tarjetas fantasmas, en una entidad que no olvidemos ha necesitado 24 mil millones de euros públicos para su rescate. Hay trincones del PP, del PSOE, de IU, de la Patronal y hasta de Comisiones Obreras y de la UGT. Las castas político-sindical siempre en feliz maridaje mientras haya money de por medio.

De los 86 consejeros solo 3 no utilizaron las tarjetas a pesar de tenerlas a su disposición. Son Félix Manuel Sánchez Acal, propuesto por UGT y los directivos Íñigo Maria Aldaz y Esteban Tejera. Merecen un monumento.

Pero si bien hemos de celebrar que el affaire de las tarjetas negras -como el color de la mierda pestilente- aflore con nombres y apellidos Enlace todos los nombres consejeros implicados la duda sobre el número de corruptelas que no llegan a conocerse ni se conocerán nunca, empaña la alegría.

Porque analicemos  todo el proceso del asunto para comprobar lo rebuscado de todo, la casualidad imperante, como bien explica el articulista S. McCoy: "un correo electrónico provoca una auditoria interna que revela un desvío de fondos para fines particulares camuflado gracias a un falseamiento contable. El documento acaba en manos del FROB que, como dueño de la entidad, tras inyectar decenas de miles de millones de euros, lo pone en conocimiento de la Fiscalía para que ésta, finalmente, actúe"

La casualidad -que no la causalidad-  permitió conocer el desfalco tarjetero en Caja Madrid, pero no ocurrirá así con el resto de entidades. Porque la mayoría de los chanchullos realizados por sus directivos no se conocerán nunca ya que los nuevos compradores de las extintas Cajas de Ahorro, al tener cubiertas por el FROB dichas contingencias gracias a los acuerdos de compra, pasan y pasarán del tema para no tener que meterse en mayores berenjenales. Y eso sin contar las grandes empresas del Ibex, que con este sistema de buen seguro siguen lucrando los instintos hedonistas de sus directivos con total opacidad contable y fiscal. El escándalo de Caja Madrid bien podría ser solo la punta de un pestilente iceberg que navega a la deriva por las españas.

Un asunto en el que no hay que olvidar también a nuestra querida Hacienda, en el caso que nos ocupa inane y muda, la cual solo ahora, ante la dimensión mediática  del asunto, parece tener interés por investigar a los 86 directivos de Caja Madrid implicados y quizás apretar un poquito más a los demás.

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