Lágrimas con sabor a cachaça

Fueron los 6 minutos más trágicos de la historia del fútbol brasileño y posiblemente en la historia del fútbol. La canarinha, favorita y anfitriona, la más laureada, preparó el choque de ayer contra Alemania con altas dosis de meditación previa. Los cuatro psicólogos contratados por la Federación Brasileña transformaron previamente el estadio de Mineirao en un gigantesco diván para sus pacientes-estrellas. Todo controlado. Nada podía fallar en la mente de sus jugadores en una hoja de ruta escrita desde hacía cuatro años.

 Ni tan siquiera el primer gol de Müller en el minuto 11, cuando más dominaban los cariocas, les rompió los esquemas mentales. Ante todo calma y mucha sangre fría, de corte de sesión nada, indicaban los psicólogos desde la banda, por mucho que insista la Mannchasft  teutona.

 Pero las malas energías hicieron de las suyas y entraron en escena como un vendaval helado. De un plumazo sacaron el diván carioca del estadio enviando a mejor vida a los 4 terapeutas, haciendo añicos el karma de una selección y el de un país entero. Los traumas afloraron entonces con mayor virulencia que nunca en la hierba psicoanalizada de Belo Horizonte.

Del minuto 23 con el gol de Klose -que le convertía en el máximo goleador de la historia de los Mundiales por delante del brasileño Ronaldo- al minuto 29 con el quinto de Khedira. Seis minutos que pasaran a la historia. En medio, los dos goles de Kroos en el 24 y en el 26. Comienza la deserción de espectadores cuando aún faltaban quince minutos para el final de la primera parte. Lo nunca visto. Y faltaban por llegar dos chicharros más en la portería de Julio César. Lágrimas con sabor a cachaça.


 Brasil humillada, herida en su orgullo. Anoche asistimos a la aniquilación de la superpotencia y también de la prepotencia. Un ejemplo a tener en cuenta en la vida. El dicho de "no vender la piel del oso antes de cazarlo" adquiere más fuerza que nunca. Más si delante te encuentras a once osos germanos que funcionan como una máquina preciosista. El día en el que el mister Scolari se transformó de superhombre a guiñapo en un proceso de ósmosis inversa.

Ayer se hirió el orgullo de los futboleros brasileños que viene a sumarse al orgullo herido previamente en los millones de brasileños que indignados, llevan meses protestando ante el despilfarro orquestado por la corrupta FIFA. Con ejemplos sangrantes como los 250 millones de euros invertidos en un estadio como el de Manaus que carecerá de uso una vez finalizado el Mundial, en un país que adolece de servicios públicos esenciales.

 Esto sí que es para llorar a moco tendido.


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