Murió Hugo Chávez entre aromas de azufre e incienso

A las pocas horas de la muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, me ha venido a la memoria una velada del pasado. Hace unos años cenaba en casa de una amiga periodista venezolana. Entrada la madrugada y mientras los efectos del delicioso ron Diplomático hacían estragos entre los invitados al son de un viejo vinilo de Héroes del Silencio, grupo tótem de nuestra anfitriona, ésta recibió una llamada telefónica.

De golpe su bella sonrisa mudó en un rictus de dolor y la penetrante voz de Bunbury que emanaba del vetusto Aiwa en el salón, se mezcló con los sollozos de nuestra amiga. Le acababan de comunicar que uno de sus mejores amigos acababa de fallecer acribillado en un barrio de Caracas.

La terrible violencia de Caracas, que los bolivarianos no han sabido erradicar, nos afectó de lleno a miles de kilómetros, con comentarios diversos sobre la inseguridad que convierten a la capital venezolana en uno de los lugares del planeta con mayor tasa de homicidios. En ese instante la velada canalla de un grupo de amigos y conocidos en un weekend cualquiera, derivó en una de las charlas más intensas que recuerdo sobre Venezuela y Chávez, los venezolanos y el chavismo, detractores y defensores de un sistema democrático para unos, dictatorial para otros.

 Un sistema que ha reducido la pobreza para muchos, un sistema sin viabilidad económica con el mayor consumismo de América latina, para la otra mitad. Del caudillo salvador de los pobres antimperialista, al gorila rojo con los peores tics de los dictadores bananeros del siglo XX con sus acólitos boliburgueses en la cúspide de la corrupción.

En dicha tertulia nocturna participamos españoles y venezolanos a partes iguales. Mitad a favor de Chávez y mitad en contra. Sin medias tintas, o le querían o le odiaban. Nombrar a Chávez desprendía un olor a azufre o a incienso.

En estos momentos todos los medios de comunicación vierten información sobre el mandatario venezolano y hacen un balance de sus 14 años al frente de su república bolivariana. Y constatan que por un lado redujo la tasa de pobreza del país de forma considerable, pero añaden también que bajo una de las más nefastas gestiones económicas que se recuerdan.


Durante el mandato de Chávez el Estado venezolano ha multiplicado por cien el precio de barril de petróleo exportado gracias a la depreciación del bolívar y al incremento del precio del crudo. Una borrachera de ingresos para un Gobierno que por el contrario no ha sabido aprovecharlo en aras de cimentar un futuro económico menos incierto.

La hiperinflación incontrolada junto a unos tipos de cambio con respecto al dólar cambiantes, han lastrado su estabilidad económica, necesaria para un crecimiento sostenido. Pero no menos cierto es que si nos apartamos de las cifras macroeconómicas observamos que con el chavismo se han conseguido también disminuir las desigualdades sociales con programas de sanidad, educación, además de la subsidiación en los productos de primera necesidad para los más desfavorecidos.

Nuevamente el dilema de los pros y los contras. O se le quería o se le odiaba. Azufre o incienso.

Y como de Chávez, prolífico en los medios audiovisuales, tenemos imágenes de todo tipo, he querido insertar una que me hizo mucha gracia. Era el año 2006 e intervenía en la Asamblea de las Naciones Unidas. El día anterior en ese mismo estrado había parlamentado el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, y fue por ello que Chávez hizo una de sus intervenciones más recordadas y también más significativas con ese estilo para unos demagógico y para otros directo y claro.
Guste o no, de lo que estoy seguro es Chávez a nadie dejó indiferente en sus años de vida.

                       

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