Las desgracias siempre azotan a los pobres

Las desgracias parece que siempre se ensañan con los más desfavorecidos, es una ley de vida desde el origen de los tiempos. La muerte de los cuatro niños de la familia marroquí en el incendio en su vivienda de El Vendrell es un ejemplo. El padre llegó hace años buscando un futuro mejor que la España del pelotazo inmobiliario entonces ofrecía a espuertas a los inmigrantes. Más tarde pudo traerse a su familia e incluso comprarse una vivienda en un momento dulce, de aquellos en los que la vida muestra su cara amable. Pero el paro llevó a la precariedad de la familia y al temible desahucio. La pobreza severa y la exclusión social encontraron su caldo de cultivo en la fragilidad de una familia excesivamente numerosa para tan escasos ingresos.  Los tiempos buenos se borraron rápido. Dicen que vivían de la renta mínima de inserción y de la recogida de chatarra del padre.  A falta de confirmación los indicios apuntan a que el incendio podría haberse producido por una colilla mal apagada o por una vela, aunque en un principio se especuló con un cortocircuito pues al ser un piso ocupado la conexión eléctrica a la red era pirata.

 

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