Jacques de Molay, el último templario

Escribo estas líneas desde Sainte-Eulalie de Cernon, a 90 kilómetros de Rodez, la encomienda templaria en el Larzac francés mejor conservada del mundo, lugar al que me he desplazado realizando un reportaje sobre la Orden del Temple, aprovechando que mañana se cumplen 700 años desde que murió en la hoguera el último gran maestre templario.

En el despuntar del alba un 18 de marzo de 1314 Jacques de Molay fue conducido a la isla de los judíos junto al Sena, justo enfrente de los jardines del Palacio Real. El antaño temido templario era ahora un anciano de 71 años convertido en un saco de huesos tras pasar siete años en las mazmorras. Semidesnudo, lleno de llagas, fue quemado vivo por orden del rey Felipe IV el Hermoso, igual que meses antes habían sido ejecutados otros 113 caballeros templarios.

 Dicen que en su cautiverio se grabó, valiéndose de un palo afilado, una cruz a la altura del corazón, mostrando una herida en carne viva e infectada pero que le permitió morir portando su amada cruz roja, algo que le había negado el Rey. Dicen también que su último deseo fue abandonar este mundo mirando la silueta de Notre Dame de París y que por ello solicitó al verdugo cambiar la orientación de la pira. Tuvo una muerte dolorosa y lenta, en sus últimos estertores de vida, ante las miles de personas congregadas frente a la ejecución, repitió varias veces con una voz apagada "¡Dieu vengera notre mort!" maldiciendo al rey Felipe por blasfemo y al entonces Papa Clemente al que llamó traidor a la Iglesia, pronosticando que los dos morirían antes de 1 año, como así sucedió.
Jacques de Molay, el último templario
Con su muerte se extinguieron los templarios pero se iniciaba en cambio la leyenda de la Orden del Temple, misterio que llega hasta nuestro días. Una Orden fundada en Jerusalén en el año 1119, cuando 9 caballeros franceses, liderados por Hugo de Payens, se presentaron ante el rey Balduino II manifestando su deseo en asegurar la custodia de los peregrinos que en aquella época desembarcaban en el puerto de Baifa para caminar por tierra hasta Jerusalén en una ruta muy insegura. El rey los aceptó cediéndoles una parte de su palacio en el antiguo Templo de Salomón de donde tomaron el nombre. Ante el patriarca de Jerusalén juraron los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Ocho años más tarde, Hugo de Payens regresó a Europa con el deseo en formalizar la Orden. En el Concilio de Troyes se hizo efectiva la creación de la Orden escogiendo en su hábito una cruz roja y los colores blanco y negro en su bandera. El Papa Inocencio III les concedió en el año 1139 numerosos privilegios a través de una bula, como los de conservar el botín apresado a los sarracenos, estar bajo la tutela directa de la Santa Sede y estar exentos de diezmos y también de cualquier servicio feudal.

Su fiereza en el combate fue legendaria como lo fue también su poderío económico. Amasaron durante los siglos XII y XIII grandes fortunas que les permitieron ejercer como prestamistas a los peregrinos que deseaban visitar Tierra Santa. También prestaron oro a monarcas y señores feudales del medievo, siendo las deudas contraídas con los templarios, la causa real que motivó a Felipe IV y al Papa Clemente, desde Avignon, la destrucción de la Orden con el aniquilamiento de todos los caballeros.

Os inserto este documental realizado por National Geographic sobre la Orden del Temple.

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