Records de la Nít de Sant Joan a cop de pedal

Una de sensaciones. Lunes tarde víspera de la revetlla de Sant Joan, la noche más importante de los ciudadanos mediterráneos, welcome summer! me subo a la bicicleta, me coloco los auriculares y pedaleo al tiempo que escucho el brutal último trabajo del genio Jack White, Lazaretto, Enlace youtube  Los riffs de guitarra del mago de Detroit me empujan durante el recorrido que no es otro que mi costa, la de los 6 kilómetros que van desde el Port Fórum al Hotel Vela, con sus 7 playas bandera azul. Entre guiris, garrulos,  triliris gayers nudistas y demás especies urbanas, visiono sincopadamente al pedaleo, la arena a punto de ebullición que espera resignada la invasión nocturna de los fiesteros.

La crisis permitió redescubrir a los barceloneses sus playas como punto de encuentro verbenero y dejarse de macrofiestas guarras con garrafón en vaso plástico de a 30 euros por cabeza. Quizás lo único positivo de los 8 trimestres consecutivos en recesión.

La brisa caliente del mar me acaricia el rostro y mi olfato aspira un sutil aroma entre arena polvorienta, bronceadores, olores a los que se suma, a la altura del Port Olímpic, el de paella y de freiduría a la andaluza, con esa especialidad tan ciutat comtal como es el sablazo al guiri aux fines herbes.

A altura de la Barceloneta delante del Salamanca veo a unos chiquillos tirar petardos. Atravieso el humo con la bici, el olor a pólvora y el ruido me trasladan a mi infancia por unos momentos, aquella en la que recogíamos maderas para montar nuestra hoguera. Una competición entre calles y muchachadas pandilleras por ver quién la tenia más larga, cosas de las hormonas masculinas incluso en la infancia, qué le vamos a hacer. Recuerdo que hacíamos guardia los días antes pues algunos de la competencia tenían por mala costumbre quemar nuestras hogueras para poder exhibir ellos la más alta.
Hoy las hogueras, verdadera esencia de una revetlla de Sant Joan, la del fuego purificador, son desgraciadamente testimoniales, por seguridad se excusan los regidores. La primera generación de niños que no hizo una hoguera por mandato municipal se convirtió sin saberlo en la primera generación de la modernidad plastificada.

Nít de Sant Joan, la noche de nuestro primer colocón, de nuestro primer beso furtivo, la víspera de nuestra primera resaca. La noche en la que los chicos asustábamos a las chicas con piules traicioneras. Contra más nos atraía la chavala más piules le arrojábamos en un claro ejemplo de antiseducción que algunos no han sabido corregir de adultos y ahí siguen, asustando a sus mujeres con petardos emocionales de machito trasnochado. La noche también en la que algún incauto se dejaba unos dedos sanguinolentos en el asfalto al estallarle petardos XXL más parecidos a goma2eco que a polvorilla asustadiza.

Llego a casa sudoroso con la mente liberada de la mierda rutinaria. Nada como escuchar buena música cañera, pedalear, observar y volver a recuerdos de la infancia, para subir las endorfinas a niveles de excelencia.

Esta noche intentaré recuperar un poquito de aquel chiquillo que se emocionaba al ver prender su hoguera, con ese agradable calorcillo del fuego acariciando su mejilla mientras la chavala guapetona le miraba con interés en la distancia. Aunque dicen que nada iguala a esa primera sensación, sensación que después perseguimos infructuosamente durante el resto de nuestra existencia.

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