Comer en un chino es jugarse la vida

Últimamente por causas atribuibles a la crisis, recortes y acciones diversas, no me prodigo mucho por restaurantes. Pero a ello he se sumar mi empecinamiento en no salir  de casa a deglutir  cuando no estoy seguro si conseguiré igualar el listón propio. Y para un cocinillas cocktelero como yo, tal empresa se convierte en dificultosa, más si cabe, con el presupuesto ajustado. Es decir, que por menos de 50 € tengo visto, habida cuenta de mis trotes por la gran ciudad, como peor que en mi house. Ojo, os hablo desde Barcelona -la ciudad prostituida por el turismo-.

 A todo ello se suma mi escasa certeza en saber si lo que nos cocinan con presupuestos asequibles, está hecho en buenas condiciones higiénicas y de una mínima calidad. Excepciones haberlas, haylas, por supuesto, pero por regla general hay sitios que mejor no pisar.

Creo firmemente que en los restaurantes, aparte de la carta, tendría que reposar encima de la mesa un cartel con el staff del personal de cocina,  y que, ante la duda del comensal, al tiempo que el camarero trae el plato, le debería de acompañar el autor del manjar exponiendo uñas y manos demostrativas.

Detalle de una cocina en un restaurante chino clausurado por insalubre

                                   
No es baladí pensar, por ejemplo, que para muchos ciudadanos inmigrantes explotados en las ardientes cocinas 12 horas, los protocolos higiénicos son diametralmente opuestos a los que tenemos en nuestro país.

Recuerdo aquella ocasión en un restaurante de Barcelona en el que por error buscando el lavabo tope con la cocina. Fue abrir la puerta y encontrarme con cinco o seis inmigrantes de Bangladesh en medio de una cocina llena de mierda y desordenada. No pude ver más porque la encargada de sala ya me estaba cogiendo amablemente por mi brazo y dirigiéndome al excusado. Ni que decir que la sala rebosaba con clientes ingenuos haciendo cola en la barra.

O aquella ocasión, paseando por la calle Mar de la Barceloneta, desde la que se divisaba la parte trasera de un restaurante muy conocido con la puerta de la cocina a ras de calle abierta, cuando observé a un cocinero de origen magrear, recogiendo unos ricos cefalópodos que antes de caer en la paellera, se habían empeñado en navegar por al sucio suelo.


Y digo toda esta parrafada al hilo de una noticia que me envía el lector xavisan, referente a la incautación en Badalona de una furgo en la que ciudadanos chinos hacían el reparto para diversos establecimientos de Badalona y de Sant Adrià. ¿Y por qué incautó la Policía Municipal dicha furgoneta con su contenido se preguntará usted? Pues porque transportaban alimentos, que debían ir congelados, totalmente descongelados o a temperaturas insanas. http://www.elperiodico.cat/ca/noticias/badalona/intervenen-215-quilos-daliments-780-ous-camio-respectava-temperatura-conservacio-2217230

Detalle del almacén  de un bar restaurante chino en Badalona cerrado por insalubre
                      

Cuando me preguntan cual ha sido el mejor sitio en el que he comido, siempre repito más que el ajo, lo mismo: que descartando restaurantes con estrellas,  fue hace 5 años en un pueblo de la ría de Vigo cerca de Cangas. Volvía para Vigo y se me hizo la hora de cenar. Mis amigos Jordi y Charlie, avezados en cosas de la vida, descartaron entrar en el restaurante a pie de carretera lleno de mercedes y audis. Preguntaron en el pueblo a un lugareño y éste nos indicó que fuésemos a cenar al bar de la piscinas.

Al entrar al bar de las piscinas no vimos más que mesas con manteles de papel, el Depor en la tele, algunos pescadores con sus señoras en cena sabatina, y al viejo enchufado en la máquina tragaperras. Una mueca de mosqueo recorrió nuestras caras, más cuando percibimos que no había carta.

Pero el cabreo se diluyó en cuanto vino la camarera a nuestra mesa para ratificarnos que no había carta, que allí  sólo tenían 2 platos: de primero cigalas frescas y de segundo ternera gallega con cachelos.
Lo bueno fue cuando al preguntarle que si iba por ración, tapa, cómo estaba hecho etc, con su entrañable acento gallego la chica nos dijo "Aquí va por peso, o de kilo o de medio kilo"  Ribeiros, cafeses y carajillos bayleys, por 15 euros cada uno, con la  mejor ternera que he comido en mi vida.Y por extraño que parezca, sobraron cigalas y ternera.

El día que los gallegos se conviertan en chinos será el día del fin del mundo. No hace falta pues esperar a la predicción de los mayas.

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