El sheriff Ruz entra en el saloon del PP

Una de las imágenes más vergonzosas que he visto en mi vida la viví ayer. Me refiero al registro durante catorce horas en la sede central del Partido Popular, sexta planta para ser exactos, encargado por el juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz. Hace pupita a los ojos democráticos de nuestro país, me recuerda a la estampa películera de aquel sheriff y ayudantes entrando en el bar de una ciudad en el far west para detener al forajido harto de bourbon matahígados.

El sainete se remonta a cuando el juez requiere al PP toda la documentación referente a la reforma de su sede pues los indicios le apuntaban a que se habría reformado elaborando facturas falsas sustentadas en la contabilidad B y  provenientes de la financiación ilegal del Partido. Entre estas cantidades los 888 mil euros pagados al arquitecto que firmó la reforma.  En agosto  el PP remitió los 520 documentos, sorprendentemente fotocopias y no los originales, hecho que mosqueó a Ruz.

 Después vino el borrado de los discos duros, las constantes trabas peperas a la investigación, hechos que posicionaron la mosca no tras la oreja sino ocupando todo el cogote del magistrado, tozudo y recto como ninguno. Aún así dicen que cuando el caso estaba a punto de archivarse, el PP decidió dar un golpe de chulería -¿les suena?- e hizo llegar a principios de este mes al juez un escrito en el que infravaloraba y ponía en entredicho el trabajo de la UDEF, incorporando también diecisiete documentos sobre la reforma de la sede, copias de cheques y órdenes de pago, doce de los cuales nunca habían sido vistos en la Audiencia Nacional. La mosca engordada mordía ya las pestañas de Pablo Ruz, ello motivó su actuación expeditiva ante la evidencia de que escondían información.

La torpeza del PP provocó la bochornosa estampa de ver ayer a 2 agentes de la UDEF entrando en el saloom del PP en busca de pistas que les lleven a los forajidos. Lo que no saben es que estos forajidos se sienten tan fuertes con su apisonadora absoluta que están firmemente convencidos que no ha nacido quién les lleve, en sentido metafórico, a la horca.

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