La mirada de un enfermo de Alzheimer

El Alzheimer es una enfermad que mata sin matar de golpe. Que abduce lo único que nos diferencia de los animales, nuestras neuronas, transformándonos  progresivamente en seres humanos encerrados en nuestra propia prisión.
Sus allegados revoloteamos a su alrededor sin saber qué hacer, incrédulos viendo como la llama se apaga día a día, como a esa persona el bicho nos la está cambiando, nos la está matando. No tenemos armas para luchar contra el enemigo, sólo  nuestra paciencia,  nuestro cariño y nuestro amor.
 Quien haya pasado, o esté pasando, por el amargo camino de tener un familiar o amigo afectado, sabe de lo que hablo.

Yo pasé por esa experiencia hace años con la madre de mi anterior mujer. La señora Lolita. Una mujer dicharachera, curiosa -gustaba recordar que fue de las primeras mujeres en obtener el carnet de conducir en Barcelona- bienhumorada, tolerante. Como a miles de españoles le fue diagnosticada la enfermedad tardíamente, enmascarada en ese común diagnóstico de demencia senil.
Viví como paulatinamente, le cambiaba primero su carácter, después su memoria y después sus recuerdos. Al final el silencio del cuerpo inerte en su silla de ruedas. El silencio del ser humano que pierde nuestro don más preciado: el de la comunicación. La conocí un día que me invitó a comer su arròs alicantí d´espinacs, delicioso, y la despedí, tras una dura década de enfermedad, recordándola al mando de sus fogones en su quartdepis de la Barceloneta.

A día de hoy aún existen muchos incrédulos que no creen que exista el Alzheimer. No hace mucho uno me decía que ahora vivimos más años y por ello el bicho se diagnostica más, así de sencillo. O que no es otra cosa que demencia senil pero ahora le quieren llamar de forma más pomposa. ¿Y cuando esto le pasa a una persona de 55 años, también es demencia senil?, le contesté indignado.

A esa edad  el pintor estadounidense William Utermohlen,  comenzó a manifestar pequeños problemas como dificultad para abrocharse la camisa. Cinco años más tarde ingresó por primera vez en un hospital por un deterioro cognitivo. Eran mediados de la década de los 90 y el Alzheimer estaba en una fase primeriza de investigación y de conocimiento social. 

Muchas veces, cuando miraba a la señora Lolita, me preguntaba cómo sería su "mundo", ese mundo al que se asomaban unos ojos de mirada serena aunque perdida.

 Y hoy lo he comprendido un poquito más, gracias a los autorretratos pintados por William Utermohlen. El pintor se autorretrató en diferentes etapas de su enfermedad. Así es como él se veía. Así es como él veía el mundo, su "mundo". 

Os dejo el enlace del artículo  publicado hoy en El País por el investigador Javier Yanguas El País-El caso Utermohlen


  Autorretrato en 1967, aún no padecía Alzheimer
                                 
Autorretrato en 1996, inicios de la enfermedad

Autorretrato  en 1997
                                                          
En 1998
                                                                               
En 1999
                                                                  
El último autorretrato, año 2000, pintado ya a la lápiz


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