Juan Ramon Avilés, nuevo caso de latrocinio de cuello blanco al descubierto

La practica del deporte no olímpico del choriceo y el manguismo, deporte nacional en los años expansivos, a veces tiene consecuencias y no me refiero a un corte del ligamento cruzado con menisco afectado.

Digo esto por el caso de Juan Ramón Avilés, un hombre que en 2007 fue nombrado guardián de oro en la ya finiquitada caja de ahorros CAM. Hasta el año pasado fue el máximo responsable en  velar porque no se produjeran irregularidades en la Entidad alicantina, hoy en día absorbida por el Banco Sabadell tras ser intervenida por el Estado.

Ahora la Audiencia Nacional a instancias del FROB lo ha imputado por haber destinado ayudas del ICO murciano para financiar sus empresas. Cuatro millones de euros nada más y nada menos.
Además en la querella admitida a tramite se le acusa también de haber utilizado su posición en la CAM para conceder créditos ventajosos destinados a sus empresas, por valor de 17 millones de euros, así como de otras menudencias como gastarse 50 kilos de las antiguas pesetillas en dietas.

Resumiendo, el zorro nombrado vigilante de las gallinas. ¿Y quién lo nombró? pues fue propuesto por el presidente de Murcia, Ramon Luis alacárcel, perdón Valcárcel. Ya saben, aquello de cerrar el círculo vicioso Política-Cajas, que ha llevado a la ruina a las entidades no sin antes dejar un pufo que ahora hemos de pagar entre todos.

Y ustedes se preguntarán si este tal Avilés era un prohombre murciano con sabia y honesta cabeza como para ocupar tan altas responsabilidades éticas en la Caja. Pues de lo único que se tiene constancia es que era un especulador inmobiliario, especializado en  promover campos de golf en zonas hídricas deficientes. Pero daba igual, luego reclamamos el trasvase Tajo-Segura y santas Pascuas. El dinero pa la saca y la deuda pa la Caja. 

Ustedes decidan si era suficiente bagaje para ser nombrado santo velador de la ética en la CAM.

Juan Ramo Avilés, nuevo ejemplo del choriceo reciente y ya aviso que no será el último ni el antepenúltimo. Estaremos atentos a los letrados del FROB.

             ¡Qué tiempos tan felices sr Avilés, aquellos del choriceo en el Levante del despilfarro!

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