La sentencia del Prestige o la última marea de chapapote

11 años después la Justicia española no ha encontrado culpables para la mayor catástrofe medioambiental en nuestra historia. Siento impotencia y vergüenza por esta sentencia que eleva a la categoría de ley la máxima que destruir el medio ambiente sale gratis tal y como nos repiten alarmadas esta tarde las organizaciones ecologistas.

La sentencia de la Audiencia de A Coruña no sanciona a nadie por daños ecológicos eximiendo de responsabilidad a la Administración y a los tres acusados por "indefinición de las causas de lo acontecido". A ello se une la débil legislación medioambiental, más en aquellos años, que en conjunto ha permitido que este desastre quede impune. Así pues el que un cascarón de nuez con 77 mil toneladas del peor fuel navegase por nuestras costas no es punitivo sobre la figura del propietario, ya sea el armador o las sociedades interpuestas en paraísos fiscales, tan típico en esta actividad. O que el capitán del Prestige demorase en tres horas el remolque del barco con la intencionalidad de salvar la carga y salvar su culo, perdiendo un tiempo vital que hubiera evitado seguramente las magnitudes de la catástrofe, no tenga consecuencias. Y lo mismo para su jefe de máquinas e idem de idem para el entonces director general de la Marina Mercante.

Y eximido de responsabilidad el entonces director de la Marina Mercante, el hombre que dio la orden de remolcar el buque mar adentro y hundirlo sin calcular las terribles consecuencias, la Justicia no considera reprobable la actuación de sus superiores entonces, "la Administración española gestionó con profesionalidad la catástrofe" recoge la sentencia.

Una Administración con un Gobierno en el que su Ministro de Fomento, Álvarez Cascos, no quiso abandonar una cacería tras ser informado del infortunio. O con un entonces vicepresidente, Mariano Rajoy, que cogió el testigo ante la ineptitud de su ministro panzón y dijo aquella frase que quedará para la posteridad, la de los "hilitos de plastelina" y que llevó a que le etiquetasen jocosamente como el Señor de los hilillos, hasta el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, que propuso algo tan absurdo como bombardear el barco supongo que por aquello que muerto el perro se acabó la rabia.
Quienes conocen a Rajoy y estuvieron a su lado aquellos días dicen que el gallego lloró amargamente al ver su costa destruida, la misma que desde que era un rapaz le había visto chapotear en sus aguas. Nadie duda que la catástrofe le afectó y mucho en el terreno personal. Pero Rajoy -quizá siguiendo instrucciones de Aznar- gestionó de la peor manera el desastre no teniendo la gallardía en reconocer junto a su Gobierno que estábamos ante el peor desastre natural con una marea negra que afectó a 1.600 kilómetros de costa.

                                             Rajoy en una playa afectada a finales 2002

Lo único positivo de toda esta desgracia fue la marea humana que desde todos los rincones de España acudió a vestirse con el mono blanco y ayudar en la extracción del venenoso chapapote, como en la foto de abajo hecha en el punto cero del desastre, en Muxía.

Dicen que fue la primera gran experiencia del voluntarismo, marcando un antes y un después en los movimientos ciudadanos solidarios en nuestro país. Como dice el proverbio, del infortunio a veces sale algo bueno.
Miles de voluntarios acudieron en ayuda de Galicia, un ejemplo fue una cincuentena de voluntarios sevillanos que ante la pasividad y desbordamiento de las autoridades locales, se pringaron retirando fuel de las rocas y playas, calados de lluvia y frío hasta los huesos. Muchos de estos jóvenes hispalenses en su vida habían pisado la tierra de Rosalía de Castro,  pero no dudaron ni un minuto en subirse a un bus y recorrer mil kilómetros en ayuda de sus compatriotas gallegos. De esta experiencia se hizo este documental que os inserto, Historias del Chapapote.

Historias del Chapapote (DOC/35'/ES/PAL 4:3) from elegantmob on Vimeo.


Recuerdo que por aquel entonces, finales de 2012, me encontraba en Madrid haciendo un máster de Comunicación Audiovisual. Coincidí con varios estudiantes que habían acudido como voluntarios a la Costa da Morte, los cuales me contaron indignados que en algunos pueblos afectados los propietarios de los bares rastreramente incrementaron los precios aprovechando la visita por centeneras de dichos voluntarios. O esa coruñesa compañera del curso que me soltó vehemente un día que ella y muchos conciudadanos pasaban en ayudar a retirar chapapote pues "ya pagamos impuestos para que lo hagan otros". Estos son ejemplos de otros galegos canallas, por suerte contados, para los que Galicia comienza y acaba en la puerta de su casa o de su negocio. La antítesis de esos miles de ciudadanos que agrupados en el movimiento Nunca Máis han luchado por evitar la destrucción de sus paisajes y que hoy lloran con rabia ante la impunidad manifiesta para los que quisieron destruir su territorio.

                                                    Nadie pagará por tu sufrimiento



La sátira tras conocerse la sentencia no se ha hecho esperar en la red

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