El duende del Camarón vivo 20 años después

Escribo estas lineas desde mi portátil en una sala de espera del Hospital de Can Ruti en Badalonaun lugar que, por temas familiares, se ha convertido de un tiempo a esta parte desgraciadamente en sitio de obligada visita.
 A sólo 50 metros de donde me encuentro en estos momentos, hace hoy justo 20 años, el alma del mejor cantaor de flamenco de todos los tiempos, abandonaba el mundo terrenal para viajar a esa dimensión desconocida. Un cáncer de pulmón en un cuerpo muy mermado por la heroína ganó la guerra que no la historia.

 Me lo imagino volando por estas montañas de Badalona cantando al viento; esa brisa dulce de la mañana que a veces se respira camino del complejo hospitalario, siempre he creído que es el efecto de uno de sus tangos o bulerías, o incluso esos fandangos y alegrías que nadie cantó como ese chiquillo de San Fernando al que su tío abuelo, Joseíco, lo bautizó de por vida al exclamare que era "más blanquito que un camarón"

Del casi niño de la Venta de Vargas a su primer triunfo a los 12 años en Montilla pasando por su aprendizaje en las madrugás  de la Feria de Sevilla junto a Rancanpino. Hasta que gana plaza en el tablao madrileño de Torres Bermejas, como dice mi colega Manuel Martín,  Camarón tuvo que labrarse un futuro autodidacta fruto de la muerte prematura de su padre en una familia humilde de ocho hermanos.
En Madrid conoce a Paco de Lucia y graba su primer disco en 1968. Empieza la carrera profesional de Camarón que lo convertirá en un mito.

Detalles como el disco Soy Gitano de 1988, el disco más vendido en la historia del flamenco, con estos tangos en una actuación en TVE



O su mítico concierto en el  Cirque d´Hiver de Paris en 1988 interpretando estas Alegrías

               

O su trabajo coral en la Leyenda del Tiempo en 1979, primer trabajo que aventuró la fusión del jazz y el pop con los sones del flamenco, algo nunca visto hasta ese momento, que contenía entre otros temas esa rumba de Volando voy escrita por Kiko Veneno. Esta es una actuación en el programa 300 millones de TVE  hace 33 años.

                 


Un arte, el flamenco, que ha tenido en mi episodios curiosos. Yo que me considero un amante del rock y el pop, del blues e incluso de cierta música electrónica, sin olvidar la música clásica y la antigua, tuve un amor tardío con el flamenco. Supongo que  fue el haberlo escuchado en mi casa desde pequeño lo que me provocó en la adolescencia el rechazo generacional habitual. Años después con una madurez musical más asentada, conocí el arte del flamenco sin prejuicios y libre de ataduras.

Cuando dentro de un rato baje de nuevo la montaña en la que está el centro hospitalario, camino de la autopista, pondré en el audio del coche el tirititrán que hace años interpretó junto a su fiel escudero Tomatito. Y miraré por la ventana del coche oteando por estas montañas para ver si logro sentir el duende del cantaor.
Me lo imagino departiendo con mi abuela, que por allí cerca debe andar también, aunque a ella le gustaban más las alegrías cantadas por Pepe Marchena, cosillas generacionales.

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