El día que conocí a Rafa Nadal

No hay duda: Rafael Nadal es el deportista español más importante de la historia.

Hoy ha ganado su séptimo Roland Garros, lo que sería para los no avezados en el mundo del tenis algo así como el campeonato del Mundo en tierra batida. El que más veces lo ha logrado superando la marca del mítico Björn Borg.
Precisamente nombrando al sueco de oro he de reconocer que me gustaba más el tenis de antes -aunque por edad me quede lejos- aquel de las raquetas de madera con subidas a la red en cada juego y a veces en cada punto. Ahora en muchos partidos tengo la sensación de estar viendo un vídeojuego monótono con intercambios infinitos de golpes desde el fondo. Algo en lo que Nadal es un especialista, es cierto. Ello  no le quita sin embargo el merito de poseer esa habilidad en bombardear derecha izquierda todas las pelotas del contrario sin desfallecimiento físico ni mental, sin dar ninguna bola por perdida. Es otro tenis 2.0 que en algunos momentos  alcanza lo sublime.

Y hoy revivo la anécdota de hace 3 años cuando en una visita de fin de semana a Mallorca, un caluroso mes de junio invitado por una antigua amiga, tuve el honor de conocer en persona a Rafa. Mi amiga y yo teníamos previsto pasar la mañana de aquel domingo  en las preciosas playas de Canyamel pero el calor nos hizo levantar toalla a la hora y media, así que nos fuimos a tomar algo por Son Servera. Ese día era la final de Roland Garros, aquella edición  recordaréis en la que Rafa cayó en octavos ante Soderling. Pensaba verla por la tarde en algún café de Manacor por el morbillo ese de saber que es el pueblo natal de Nadal.

Degustaba pues mi palo amb sifó  a las 12 en una  plaza de Son Servera cuando una chica, a la que siempre le estaré agradecido, y que degustaba su tallat en la mesa de al lado, nos escuchó hablar de Nadal. Y va y nos dice que  probablemente esté entrenando en ese momento en el club de tenis de Manacor; añadiendo que el sábado había estado entrenando una hora sobre el mediodía, según apostilló, le había comentado una amiga que trabaja en el bar restaurante del club de tenis. Nos sugiere que vayamos y probemos suerte. Dicho y hecho cogemos el coche de alquiler y para el club de tenis de Manacor.

Al llegar nos encontramos la entrada del club casi desierta, mal presagio. Un calor asfixiante de más de 30 grados nos recibe imbuidos en esa paz pos vermut tan típica de los domingos al mediodía, al tiempo que entramos dentro del club de tenis sin problemas. De la terraza vamos al bar-restaurante donde pido un aigua oteando al mismo tiempo las pistas a esas horas casi vacías. De lejos el sonido de los golpes de raqueta rompen el silencio. En  la principal diviso un entrenamiento, arrugo  el entrecejo y me fijo que 3 tipos juegan en la pista de tierra roja. Sorprendido veo que uno se parece a Nadal y otro a su tío el cual detrás  le corrige posiciones en el saque. "¡Collons si son ells!"  grito que reconozco me sale del alma.
Os dejo 2 fotos que les hicimos (ver fotos).



                     Nadal entrenando en Manacor el mismo día de la final de Roland Garròs 2009

Después pudimos saludarlo sin problemas, pedirle autógrafos y darle ánimos pues notamos que tras caer en Roland Garros estaba algo bajo de moral más si cabe por el tema personal de sus padres

El valor humano de Rafa, que le precede muchas al deportivo, lo pude vivir en primera persona. Eso es lo que lo hace más grande aún. Modesto, amigos de sus amigos, nada endiosado, familiar, trabajador. Sus cuitas fiscales son más responsabilidad de sus gestores y las acusaciones de dopaje son bulos de los gabachos huérfanos de lideres deportivos en la tierra batida.

Aquel domingo fue el último coincidente con la final de Roland Garrós en el que Rafa ha pisado su Manacor querido, sencillamente porque en las ediciones de 2010, 2011 y hoy, en la final de 2012, Rafa ha tenido otros asuntillos en los que ocuparse como el de ganar la copa de los Mosqueteros en París.

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